domingo, 24 de junio de 2007

Ficha para trabajar en las Parroquias

Identidad carismática de la Parroquia orionita

Buenos Aires, 20 de junio del 2007

Querido Párroco:

En el camino de elaboración del proyecto provincial de pastoral parroquial, que hemos iniciado el año pasado con el estudio de la realidad de nuestras parroquias, este año estamos invitados a reflexionar sobre la identidad orionita de nuestras Parroquias.

Por eso te proponemos que reflexionen en alguna de las reuniones del consejo pastoral parroquial sobre la vocación y la misión de la Parroquia orionita, profundizando los elementos esenciales del carisma de Don Orione y su encarnación en la vida parroquial.

La ficha de trabajo esta formada por “abundante” material de lectura que conviene distribuir en pequeños grupos para su lectura y posterior puesta en común, y una serie de preguntas para dialogar entre todos y elaborar la síntesis correspondiente que compartiremos en el Encuentro anual de agentes de pastoral parroquial a realizarse el sábado 8 y el domingo 9 de setiembre del 2007 en la Casa de Ejercicios ntra. Sra. de la Divina Providencia.

Te sugerimos como bibliografía fundamental para continuar el estudio y profundizar el tema el libro “Tras los pasos de Don Orione”.

La metodología para llevar adelante el trabajo tiene tres pasos: 1. Lectura grupal del material / 2. Dialogo comunitario / 3. Síntesis para el encuentro.

La ficha de trabajo y el material de lectura lo podes encontrar en: www.donorione.org.ar entrando en el blog de Pastoral Parroquial o directamente ingresando en: http://parroquiasorionitas.blogspot.com/

Las conclusiones se reciben hasta el 31 de agosto en parroquiasorionitas@gmail.com

Esperamos que este material ayude a nuestras Parroquias a crecer en fidelidad creativa a nuestro carisma orionita.

Los saludamos fraternalmente

P. Omar y P. Leo

Material de lectura:

1. Una breve síntesis del carisma orionita (Tras los pasos de Don Orione)

El proyecto de formación en el carisma hace referencia a un cuadro global de los aspectos del carisma orionita.

I. 1. Confianza en la Divina Providencia: experiencia de la paternidad de Dios («¡Sólo Dios!»); capacidad de leer los signos de los tiempos y descubrir la acción de la Providencia; esperanza histórica y escatológica.

II. 2. Instaurare omnia in Christo (aspecto místico): El Crucificado, el Sagrado Corazón, la Eucaristía.

3. Instaurare omnia in Christo (aspecto apostólico-salvífico): «Hacer de Cristo el corazón del mundo»; «¡Almas! ¡Almas!»; «hacerse todo a todos», adaptación, diálogo, atención a la persona y a los pueblos.

4. «A Jesús por María»: devoción cristocéntrica, filial, popular: Madre de Dios, Madre de la Divina Providencia, Madre de la Iglesia.

III. 5. Sensus ecclesiae (instaurare omnia in Ecclesia): Papa, Obispos, Iglesia local; pobres y pueblo; Iglesia del cielo (santos, patronos, almas purgatorio...); ecumenismo y reconciliación; universalismo y misionariedad; capacidad de inculturación.

IV. 6. Dinámica de la caridad orionita (aspecto místico): don del Espíritu; «Caritas Christi urget nos»; sacrificio, holocausto, oblación de sí.

7. Dinámica de la caridad (aspecto apostólico): «Mediante las obras de caridad»; dimensión misionera, dimensión profética, como salvación y liberación; dimensión social, como promoción humana.

8. Dinámica de la caridad (actitudes personales): preparación cultural, audacia apostólica, emprendimiento; creatividad, prontitud; laboriosidad, santa fatiga, generosidad; inteligencia y modernidad en los métodos y en los medios.

V. 9. Pobres, pequeños, humildes, simples... pobreza como estilo de vida personal y comunitaria.

10. Obediencia de hijos: obediencia a la voluntad de Dios; adhesión libre, activa, de corazón «como trapos (stracci)» (kénosis).

11. Pureza de vida: como custodia y transparencia de la experiencia de Dios; como castidad consagrada; dinamismo de madurez.

12. IV Voto (fidelidad al Papa-caridad): unidad y complementariedad de los dos IV voto de especificación carismática; fidelidad al Papa por medio de la caridad; caridad con fin de fidelidad al Papa.

13. Espíritu de familia: vida fraterna, compartir y preocuparse por los demás; estilo de relación en el apostolado; alegría.

VI. 14. Acentos de nuestra espiritualidad: piedad «encendida» (sólida), encarnada (activos y contemplativos); eclesial, sacramental, popular.

Los 14 aspectos del carisma orionita están distribuidos a lo largo del itinerario de la formación según el orden que presentamos aquí.

Material de lectura:

2. Sentir con la Iglesia. Conclusiones: P. Fernando Fornerod.

“Presentaremos sintéticamente entonces los elementos que componen el sentire Ecclesiam de Don Orione, en torno a dos categorías relacionales: providentia y caritas ya que ellas han marcado los puntos de inflexión eclesiológica de los elementos que componen la original comprensión orionina de la realidad de la Iglesia.

Providencia: una única ciudad

La categoría providentia en Don Orione está articulada al concepto «pueblo». En efecto para el Fundador tortonés, la noción «pueblo» no evoca principalmente un contenido sociológico, ya que siendo también una realidad teológico-bíblico, la usa con su significación religiosa. Hemos visto que él no aplica la categoría «pueblo de Dios» refiriéndola al misterio de la Iglesia; pero el contenido y el horizonte de la acción de la Providencia divina para el Fundador tortonés, no pueden ser otro que el transformar la humanidad en el pueblo de su propiedad. De allí que el lema instaurare omnia in Christo haya sido siempre entendido como el hilo rojo de la acción de la Providencia que da sentido al devenir de la historia. La mirada de Cristo hacia la humanidad necesitada de salvación, traducida en el lema orionino «almas y almas», y el gesto de amor del Señor manifestado hasta la entrega de la Cruz, han hecho de la humanidad el pueblo de la nueva alianza. En ésta perspectiva «pueblo» es una categoría inclusiva; la humanidad redimida en Cristo es un pueblo sin fronteras, sin divisiones ni condiciones excluyentes, que tiene por fundamento el precepto del amor, porque con amor ha sido constituido. La Iglesia es también un pueblo atravesado por la «anti-acción» del pecado, pero transformado por la gracia, que en Cristo se ha hecho victoria del hombre. Para Don Orione, esta humanidad convocada por la victoria de Cristo, es por lo tanto el sujeto de la lenta, fatigosa, y también por tantos momentos contradictoria marcha hacia su manifestación plena como pueblo de Dios. En esta historia de pecado y gracia, Dios ha revelado lo más intimo de sí. En efecto, la Providencia divina no es una categoría absoluta; en Cristo se ha hecho persona por la acción del Espíritu. Esta perspectiva marca ya el sentido del camino de este pueblo nuevo cuyo nombre es Iglesia, instrumento elegido por la Providencia del Padre, para instaurare omnia in Christo. Nos acercamos así a la contemplación histórico salvífica del misterio de la Iglesia del Concilio Vaticano II.

Mas en Cristo, Dios se ha hecho sufriente para arrebatar, con la fuerza del amor, el poder a esta soledad que conlleva ser «no-pueblo». La Iglesia es la manifestación visible de que este diálogo entre el sufriente por dolor y el Sufriente por amor se resuelve en triunfo. Ella es la humanidad nueva; y esta novedad consiste en ser «pueblo» de verdad, porque sólo Dios reestablece de modo admirable esta comunión. El Fundador tortonés no encuentra definición más adecuada para expresar el amor de Dios por los hombres, que cuando llama a Jesús «el primer pobre del Cottolengo». Ser «del Cottolengo» constituye la parábola del estado de sufrimiento que vive todo hombre; pero en Cristo ella misma es transformada radicalmente en fuente de vida. La Iglesia es instrumento de la Providencia para hacer que esta multitud errante sea «pueblo»: el Pueblo de Dios. Sin esta perspectiva histórico salvífica, la eclesiología orionina perdería no sólo su horizonte universal, sino el grado de incisividad y de compromiso personal y comunitario para transformar las relaciones entre los componentes de la sociedad humana. En ella está la originalidad y la actualidad de su enfoque.

Caridad: el Reino, único horizonte

Hemos podido comprobar que en Don Orione el polivalente concepto caritas se comprende plenamente en relación estrecha con la persona de Jesús y a su plan de salvación. Caritas es la categoría que mejor pone en evidencia la etapa de madurez espiritual y eclesiológica de Luis Orione porque formula la síntesis alcanzadas por el sacerdote tortonés entre la praxis pastoral y espiritualidad; entre teología y santidad. Por otro lado, la experiencia de la caridad, iluminando su concepción eclesiológica, armoniza en la misma realidad un mismo contenido teológico inclusivo de dos momentos complementarios hacia Dios, amado en sí mismo, hacia el hombre, amado por amor de Dios. Así, el triple amor esponsal, maternal y virginal atraviesa el único amor de Dios por su pueblo y se traduce en acción cuando la misión animada por esta realidad es diaconía para el mundo. La Iglesia sin dejar de ser convocada por la gracia de la elección, nace históricamente marcada por el mandamiento del amor.

Las enseñanzas del Concilio Vaticano II aportan una novedad a la comprensión del concepto caritas. En efecto, sin quitar nada al tradicional sentido de caritas como virtud, abre a una nueva perspectiva y ensancha el significado semántico de la caridad, cuando la relaciona a la dimensión pastoral y al compromiso social de la Iglesia. En la perspectiva introducida por concilio la caridad es vista cada vez más en la dimensión del ministerio eclesial: el ministerio de la caridad. Se pasa de este modo de la consideración de la caridad entendida como el compromiso y el esfuerzo de ascesis personal del cristiano (AA 8), siempre en el ámbito de la Iglesia, a la comprensión de la caridad como característica propia y constitutiva de la Iglesia (LG 1).

La presencia viva de Cristo operante no sólo por medio del que sufre, sino en el que sufre, hace de la experiencia eclesial orionina una de las más altas expresiones de lo que más adelante dará contenido a la expresión Ecclesia caritatis. Por ello el proceso interior que llevará a Don Luis Orione a la identificación con la situación que vive el pobre y el que sufre («i rifiuti») no es un proceso conducido por ninguna ideología, sino que está traspasado por la convicción de fe: De hacer lo que Cristo, por amor al Padre, ha hecho y que ha dejado como testamento a su Iglesia. Y vivir esta identificación con Cristo, donando su vida a la humanidad sufriente, y a éste sufriente, en la relación vital y de recíproca donación, esa experiencia es ser Iglesia. Es por medio del ofrecimiento de la propia existencia, identificándose con el Cristo solidario, con la humanidad herida, que la Iglesia se edifica (1 Cor 8,1b).

En varias oportunidades hemos visto como Don Orione se va internalizando en este proceso de identificación con Cristo en los pobres. Es que este binomio no es posible separarlo a riesgo de no poder comprender ni uno ni otro de sus componentes. En este sentido, Don Orione ha visto que la Iglesia era tal en los «desamparados», porque en ellos resplandece el ofrecimiento de Cristo, para la salvación del mundo. La caridad «estado-condición» (Ef 2,8-10) de la eclesiología acentúa entonces los elementos escatológicos de la realidad del Pueblo de Dios. Finalmente decimos que si la categoría providentia marcaba la universalidad del sentido nuevo de la humanidad obtenido por Cristo y actuante por medio de la Iglesia, la caritas es precisamente la visiblidad histórica de que tal condición ha alcanzado de verdad al hombre y por medio él, también su cultura e instituciones.

La herencia eclesiológica que recibe el joven seminarista Luis Orione, como hemos visto, estuvo influenciada por el concepto de potestas. Esto se ha reflejado en una concepción teológica verticalista de la eclesiología, ya que el punto de partida de su comprensión ha sido la Iglesia institución. Como hemos tenido oportunidad de ver, el encuentro con la espiritualidad rosminiana ha posibilitado que la eclesiología orionina mostrase, su capacidad de desarrollo, o mejor dicho de conversión ya que se fue purificando de aquellos elementos que le impedían mostrarse en su verdad. Hemos visto que fruto de este encuentro es que desde 1903 Don Luis Orione habla de la Iglesia como instrumento de la Providencia; pero ¿Cuál es la naturaleza de este instrumento? Evidentemente la respuesta ha dependido de los modelos eclesiológicos que se fueron sucediendo en el desarrollo del pensamiento de Luis Orione. La perspectiva histórica salvífica en la que coloca a la Iglesia como hemos afirmado viene de su percepción del sentido de la historia; en Cristo la historia no es un sucederse neutro y caótico; en Cristo la historia es el ámbito de la acción de la Providencia divina y la Iglesia es su instrumento. Esta es la primera inflexión histórica que sufre la eclesiología de Don Orione. La Iglesia es instrumento y signo de la acción de la Providencia en el mundo, en la historia. No estamos lejos del concepto de sacramento (signo e instrumento) aplicado por el Concilio Vaticano II a la Iglesia (LG 1). Pero si en los escritos fundacionales, la conciencia orionina se acerca a la definición conciliar, sólo más tarde su experiencia encarnará dichos contenidos. En efecto hemos visto que la situación general suscitada por el modernismo bajo el pontificado de Pío X, disminuyó el ritmo de marcha del proceso. Lo importante es que los elementos de la eclesiología orionina del período en torno a 1903 testimonian que, para Don Orione, la Iglesia es el sujeto histórico que se autodetermina y obra, en el camino de la economía de la salvación (LG 8). La Iglesia contemplada desde la categoría de pueblo de Dios, en el modo como hemos visto que Don Orione expresa este contenido, manifiesta adecuadamente la realización histórica de su condición mistérica. Un pueblo en camino, en la historia, hacia el Reino. El otro punto histórico de inflexión eclesiológica lo marcó el desarrollo teológico existencial de la categoría caritas. Ella es la categoría que expresa adecuadamente la naturaleza de la Iglesia pueblo de Dios.

Es el proceso interior de la gracia, el que ha purificado la relación Cristo-Iglesia, del modelo eclesiológico orionino. El gesto de entrega de Cristo en la cruz ilumina la solidaridad del cristiano con el que sufre y éste ofrecimiento renueva el origen místico de la Iglesia ¿Qué es lo que hace que este ofrecimiento de la propia vida no sea un gesto meramente filantrópico? La respuesta la encontramos en la inserción del gesto de caridad en el marco de la acción de la Providencia, que ha hecho de la Iglesia su instrumento de salvación. El don de la propia vida construye la Iglesia, cuando se une al don de Cristo, entregando su propia vida por amor al Padre. El horizonte de la dignidad del hombre sólo se descubre en la vivencia de esta relación de donación recíproca. Más aún: En la participación a la «crística medida» de tal donación (Jn 13,1). Porque el servicio diaconal no es sólo hecho sólo a éste hombre, sino a Cristo en este hombre (2Cor 5,20).

Luis Orione: un Renovador de la Iglesia

Evidentemente hemos podido ver como el poliédrico recorrido de la experiencia de la Iglesia de Luis Orione ha partido de los elementos históricos del tiempo que le tocó vivir. Si en los primeros estadios de su eclesiología, éste amor lo ha llevado a la identificación con un modelo temporal de Iglesia, ha sido precisamente el deseo de estar con ella y sufrir con ella. En efecto, recordamos como en momentos en que el liberalismo, que anidaba en el proceso unificador italiano, y poco después en tiempos que el socialismo arrancaba la fe de la gente sencilla y plantaba en el corazón de los trabajadores explotados una ilusión de falsa libertad, Luis Orione, mientras era aún seminarista, se enrolará en la defensa de ellos desde un modelo eclesiológico inadecuado, porque cerraba la Iglesia sobre sí misma, buscando defenderse dentro de las murallas de un mundo eclesial destinado a perecer. Las iniciativas de Luis Orione por hacer de la Iglesia la respuesta a los desafíos del mundo, estaban condicionados por esta herencia eclesiológica recibida. Luis Orione comienza en este periodo una verdadera cruzada para evitar que las masas populares, presas de las ideologías, abandonasen la Iglesia; las actitudes del Don Orione de este tiempo, en efecto tienen que ver más con aquellas que asume un restaurador que lucha por restablecer la situación subvertida. Lentamente comprenderá que era necesario, no una restauración sino una verdadera renovación de la Iglesia por medio de la caridad. La originalidad eclesiológica de Luis Orione, en este período se traduce en esta búsqueda de un modelo eclesial que sea de verdad la respuesta a los desafíos planteados por la historia.

El primer Don Orione buscó hacer entrar el mundo, sus instituciones, la sociedad en ese modelo eclesial que había hecho de la Iglesia «un reino de este mundo». Ese proceso espiritual, interior pero real, y con consecuencias reflejas en los institutos por él fundados, lo conducirá a vivir una experiencia de despojo de todo aquello que no es parte de ese «reino que no es de este mundo» (Jn 18,36). El espacio libre que se produce se llena de aquél que fue enviado al mundo y que el mundo ha rechazado (Jn 1,11). La tentación de renovar la Iglesia haciéndola semejante al mundo, no la tuvieron solamente los intransigentistas, o los ultramontanistas; la tienen todos aquellos que por hacerla cercana a los hombres, la desnaturalizan y la vuelven insignificante porque la vacían de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

Si la experiencia eclesiológica orionina ha pasado por este proceso, el resultado obtenido durante el período latinoamericano, la constituye en una novedad absoluta. Ahora bien, uno podría considerar la originalidad de este modelo eclesial orionino en cuanto anticipador de los elementos eclesiológicos que luego, en el Concilio Vaticano II, y en particular en la LG y en la GS, fueron formulados por los padres conciliares. En efecto, la eclesiología orionina evidencia no sólo la condición mística de la Iglesia, sino también su condición histórica. Ambas dimensiones son expresadas en conceptos como Iglesia instrumento de la Providencia. La originalidad de este modelo orionino y conciliar descansa sobre la fidelidad a la evangélica sencillez de la Iglesia, que tanto Don Orione como el Concilio han reconocido como el verdadero rostro de la Iglesia y la misión urgente con la que debe servir al hombre y a la sociedad hoy.

Si la recuperación de la condición mistérica de la Iglesia vino por el lento desarrollo doctrinal, en Don Orione se anticipó en su experiencia personal, es decir en su sentire Ecclesiam. Su doctrina eclesiológica vive en la síntesis vital del equilibrio entre los elementos que tienen que ver más con la condición histórico salvífica como con aquellos que se refieren a la dimensión mística de la Iglesia. Por ello es que no dudamos en calificarla de mistérica: La Iglesia es instrumento de la Providencia, es decir pueblo de la Nueva Alianza, pero sin separarse de la experiencia personal de solidaridad con el sufrimiento del hombre, lugar eclesiológico desde donde la historia se renueva y manifiesta la anticipación escatológica de su plenitud.

Ahora bien ¿Cuál fue el grado de la influencia de esta perspectiva de Iglesia de Don Orione en la comprensión teológica de su tiempo? La pregunta podría tener varias respuestas. Intentemos expresar algunas. Hacia 1940, año de la desaparición física de Don Orione, comenzaban a dar frutos los así llamados movimientos de renovación. La misma eclesiología lentamente se verá beneficiada de ellos, en modo particular en los dos decenios que precedieron al Concilio Vaticano II. El trabajo de los teólogos se concentró en buscar categorías adecuadas para expresar el misterio y la misión de la Iglesia en el mundo, que no estuviesen relacionados únicamente con los tradicionales modelos eclesiológicos de cuerpo místico y sociedad perfecta. Lentamente irán adquiriendo carta de ciudadanía las nociones de pueblo de Dios y de sacramento radical. Ciertamente Don Orione debe haber tomado contacto con los fermentos de tales movimientos, visto la gran capacidad que tuvo para mantenerse equidistante sea de la gente sencilla como de los intelectuales y los académicos. Sin embargo no creemos que él haya podido influir directamente sobre estas corrientes de pensamiento.

Pero a conclusión de este recorrido eclesiológico, de lo que sí estamos ciertos y que hemos podido testimoniar en esta investigación, es que Don Orione permanece aún hoy un gran desconocido en la hondura de las líneas de su espiritualidad, en su predisposición al diálogo con los interlocutores de su tiempo, en su capacidad de cambio para estar a la cabeza de los tiempos. Estamos seguros de que su contribución a la teología recién comienza a vislumbrarse. Los esfuerzos por expresarla, aún tienen que sortear algunos desafíos; pero vemos esperanzados la presencia de muchos laicos que fascinados por la personalidad de Don Orione, comienzan a contemplar con ojos nuevos, un carisma que les pertenece a titulo pleno. Es quizás con ellos que veremos florecer tantos testimonios de aquella «santidad social» de la que hablaba Don Orione, que brinda en el testimonio de una solidaridad con el sufrimiento del mundo haciendo visible el paso de Dios Providencia; ella es la experiencia verificable que la caridad de Cristo de verdad nos hace su Iglesia; y que ésta misma caridad es la que salva al mundo.”

Material de lectura:

3. San Luis Orione: “genial expresión de caridad cristiana”

…Trataré de desarrollar los rasgos más característicos de la caridad de nuestro fundador, para lo cual conviene analizar una hermosa oración que pertenece a una carta que San Luis Orione dirige desde Itatí el 27 de junio de 1937 a sus “hermanos e hijos reunidos en Santos Ejercicios Espirituales”

“…Danos, María, un ánimo grande, un corazón grande y magnánimo,

que llegue a todos los dolores y a todas las lágrimas.

Haz que seamos verdaderamente como nos quieres: ¡los padres de los pobres!

Que toda nuestra vida sea consagrada a dar a Cristo al pueblo

y el pueblo a la Iglesia de Cristo; que ella arda y resplandezca de Cristo;

y en Cristo se consuma en una luminosa evangelización de los pobres;

que nuestra vida y nuestra muerte sean un cántico dulcísimo de caridad

y un holocausto al Señor....”[1]

1.“Un corazón grande y generoso”

Cuando se hace referencia a San Luis Orione como apóstol de la caridad, se corre el riesgo de quedarse solo en el exterior, de admirar sus obras concretas y visibles, extendidas hoy por el mundo entero. Es necesario realizar un esfuerzo de penetración y llegar al tesoro escondido en su corazón. En una carta dirigida a Carlos Perosi del 4 de abril de 1897 revela el ardor de su interior:

“Me parece que nuestro Señor Jesucristo va llamándome a un estado de gran caridad, por que en ciertos momentos el Señor me aprieta el corazón y entonces necesito que llore o ría de caridad grande y corra, y es una cosa que no se puede expresar bien, pero es un fuego grande y suave que tiene necesidad de dilatarse y de inflamar toda la tierra… Siento un grandísimo deseo de arrojarme en el corazón de nuestro querido Señor crucificado y de morir amándolo y llorando de caridad…” [2]

El dinamismo de la caridad encuentra su fuente en la experiencia interior de Dios. La experiencia del amor de Dios lo llevaba a ser uno con Cristo, por los demás hombres y mujeres. Aquí radica el secreto de su santidad, ya que santidad y caridad se identifican, como lo comprendió Santo Tomás: “la perfección de la vida cristiana se considera especialmente según la caridad”[3] y como lo ha recordado el Concilio: “…todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”[4] Don Orione lo ha vivido:”solo en la caridad llegaremos a la santidad”[5]

Esta unión con Dios es también la fuente de la caridad apostólica. Es desde el interior de su corazón que brota esa caridad que caracteriza toda su vida y su acción evangelizadora: “…todos deben sentir en ella el fuego que inflama nuestro corazón y la luz de nuestro incendio interior, y encontrar en ella a Dios y a Cristo…”[6] Para comprender a Don Orione, apóstol de la caridad es preciso comprender a Don Orione místico.

“El esplendor y el ardor divino no me consume, sino que me templa, me purifica y sublima y me ensancha el corazón, tanto que querría estrechar entre mis pequeños brazos a toda la humanidad para llevarla a Dios. Y querría hacerme comida espiritual para mis hermanos que tienen hambre y sed de Dios: y querría vestir de Dios a los desnudos, dar la luz de Dios a los ciegos y a los hambrientos de mayor luz, abrir los corazones a las innumerables miserias humanas y hacerme siervo de los siervos distribuyendo mi vida a los pobres y abandonados; querría ser el loco de Cristo y vivir y morir en la locura de la caridad por mis hermanos.

Amar siempre y dar la vida cantando al Amor. Despojarme de todo. Sembrar la caridad a lo largo de todos los caminos; sembrar a Dios de todas las maneras, por todos los surcos; hundirme siempre infinitamente y volar siempre más alto, infinitamente, cantando a Jesús y a la Virgen y no detenerme nunca.

Hacer que los surcos reflejen la luz de Dios, llegar a ser un hombre bueno entre mis hermanos, abajarme, extender siempre las manos y el corazón para recoger las peligrosas debilidades y miserias y ponerlas sobre el altar, para que en Dios lleguen a ser su fuerza y su grandeza. Jesús murió con los brazos abiertos.

¡Caridad! Quiero cantar a la Caridad. Tener una gran piedad con todos.

Señor, escribe en mi frente y en mi corazón el "tau" sagrado de la caridad. Ábreme los ojos y el corazón a las miserias de mis hermanos, que mi vida llamee como en una altísima hoguera, delante de Ti, Jesús” [7].

Este dinamismo de la caridad, ya sea por al forma como por la intensidad, fue un don personal particular. Don Orione encuentra e indica la fuente de la caridad en Dios, que es Amor. Hay una profunda espiritualidad que garantiza la solidez de la caridad y su carácter teologal.

2. “A todos los dolores y a todas las lágrimas”

La caridad de San Luis Orione no conoce límites, es universal, esta dirigida a todos, no importa su condición. El 25 de febrero de 1939, un año antes de su muerte, escribía estos apuntes:

No saber ver ni amar en el mundo, más que las almas de nuestros hermanos.

Almas de pequeños, almas de pobres, almas de pecadores, almas de justos, almas de extraviados, almas de penitentes, almas de rebeldes a la voluntad de Dios, almas de rebeldes a la Santa Iglesia de Cristo, almas de hijos perversos, almas de sacerdotes malvados y pérfidos, almas agobiadas por el dolor, almas blancas como palomas, almas simples, puras, angelicales, de vírgenes, almas hundidas en las tinieblas de los sentidos y en la baja bestialidad de la carne, almas orgullosas del mal, almas ávidas de poder y dinero, almas llenas de sí, que no se ven más que a sí mismas, almas perdidas que buscan un camino. Almas dolientes que buscan un refugio o una palabra piadosa, almas que aúllan su desesperación, su condenación o almas embriagadas con la embriaguez de la verdad vivida:

Cristo las ama a todas, Cristo murió por todas, Cristo las quiere salvar a todas entre sus brazos y en su Corazón traspasado.

Nuestra vida, y nuestra Congregación entera, deben ser un cántico y un holocausto de fraternidad universal en Cristo.

Ver y sentir a Cristo en el hombre” [8]

Don Orione se anticipaba al un gran y doloroso mural, que los obispos reunidos en Puebla desplegaron, en medio de sus iglesias, para la veneración y la contemplación, pero también como terrible muro de lamentación [9]

De este deseo de abrir le corazón y los brazos a todos brota la dimensión misionera de la caridad. El lema que solía repetir desde su juventud, con el que iniciaba muchas de sus cartas y que expresaba uno de sus amores era: “¡Almas! ¡Almas!” Debe entenderse bien: las almas son las personas concretas. A ella se dirige toda su acción caritativa: a cada sujeto concreto, nunca es una caridad generalizada.

Si se puede hablar de teología orionina, debe hacerse aquí. Todos los fundadores han resaltado las huellas de la revelación divina. Para Santo Domingo la verdad, para San Francisco la creación. “Para Don Orione Dios se hace visible en el hombre. El toma en modo carismático la identificación evangélica de Cristo en el pobre y en el hermano en general” [10]

“…En el más desdichado de los hombres brilla la imagen de Dios. El que da a un pobre, da a Dios y obtendrá de la mano de Dios la recompensa…” “Servir en los hombres al Hijo del hombre…”[11]

Para Don Orione los pobres son siempre el icono privilegiado de Dios. En ellos ama y sirve a Jesucristo crucificado. Cree firmemente en la sacramentalidad del pobre y “reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y doliente”[12]

3.“Padre de los pobres”

No hay en Don Orione una actitud paternalista, sino una profunda confianza en la Divina Providencia. Reconoce la bondad de Dios, su Divina Providencia, en todo y en todos, y en su corazón brota la acción de gracias. Confianza en la Divina Providencia y caridad son inseparables en Don Orione.

Ser padre exige una relación personal, concreta y cercana con el hijo. Nunca la caridad puede ser masificada. Juan Pablo II lo ha recordado:

“Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que promueva no tanto y no solo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como compartir fraterno…” [13]

Don Orione se manifiesta cercano, comprensivo de los más pobres y sufrientes. Ha dejado escrito: “…nos inclinamos con una dulzura caritativa hacia la comprensión de los pequeños, los pobres, los humildes…”[14]

San Luis Orione perteneció a una familia pobre, su padre era empedrador y su madre campesina. Conocía de privaciones. Pero también había experimentado su propia miseria, sus propios límites y pecados. Por eso podía comprender a los más pobres, a los más alejados. Solo quien es capaz de experimentar su propia pequeñez, su pobreza es capaz de hacerse pequeño y cercano con los más pobres.

Solo el pequeño y el pobre, puede comprender sin humillar al pequeño y al pobre. ¿No ha sido acaso el inclinarse el camino utilizado por Jesús para salvarnos? “El cual, siendo de condición divina… se despojó de si mismo tomando condición de esclavo”[15] Por eso Don Orione invita a que nos inclinemos. Es una actitud que no se puede simular, es necesario encarnarla.

4. “Dar Cristo al pueblo y el pueblo a la Iglesia

La caridad orionina ha unido dos grandes carismas: el amor a los hermanos más infelices y abandonados y el amor a la Iglesia, especialmente al Papa y a los Obispos.

Intenta construir un gran puente entre los más pobres y la jerarquía eclesiástica, de esta forma la Iglesia de los pobres no es solo una expresión de deseo, sino un ideal de vida para nuestro tiempo. Este puente es una respuesta a los signos de los tiempos que Orione ha sabido leer con la luz del Espíritu Santo.

El amor a la Iglesia, especialmente al Papa y los obispos, y la caridad hacia los más pobres y abandonados de la sociedad, son la concreción del amor a Jesucristo. Es un único y sagrado amor al Cristo Místico.

Asi lo expresó Don Orione en el programa de la Obra presentado en 1903 al Obispo de Tortona al solicitar la aprobación canónica:

“…dedicarse, con todas las obras de misericordia, a propagar y a acrecentar en el pueblo cristiano –especialmente con la evangelización de los pobres, los pequeños y los afligidos por cualquier mal y dolor– un amor dulcísimo al Vicario en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo que es el Romano Pontífice, sucesor del Bienaventurado Apóstol Pedro, con la intención de colaborar a reforzar en el interior de la Santa Iglesia la unidad de los hijos con el Padre y, en el exterior, a recomponer la unidad rota con el Padre… ”[16]

Este programa pastoral pertenece a una Congregación clerical. Don Orione ha fundado una Congregación formada en su mayoría por sacerdotes porque ha querido un testimonio sacerdotal de caridad hacia los más pobres.

Esta caridad eclesial es el carisma que el Espíritu Santo ha suscitado en San Luis Orione como respuesta a los desafíos de su tiempo.

5.“Un holocausto” de caridad

Don Orione siempre llevó en su corazón el deseo del martirio y verdaderamente lo experimentó a lo largo de su vida. El Concilio Vaticano II dice:

“Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria. El, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia” [17].

Don Orione comprendió este misterio. La caridad impulsa a dar la vida, es un holocausto. No es puro sentimentalismo. La caridad cristiana alcanza su mayor revelación en la cruz de Jesús. Escribe Don Orione:

“En la cruz de la tribulación con Cristo está nuestro pan cotidiano; en la vida de la humillación, escondida con cristo, esta la mesa del Señor; sólo en el amor de la aflicción y del anonadamiento de nosotros con Cristo y con el Papa nos podemos gloriar y hay perfecta alegría. A Jesús y al Papa se los ama y se los sirve en la Cruz y crucificados en Ellos, o no se los ama y no se los sirve de verdad” [18]

“…Inútil decir que cada una de nuestras Casas ha atravesado sus pruebas; algunas han tenido también su Calvario; pero ¡pobres de nosotros si no fuera así! Porque a Jesús y a sus pobres se los ama y se los sirve en la Cruz; por lo demás, el Señor sabe transformar siempre toda tribulación en suavísima y alegre caridad, en bendición, en bienaventuranza ¡oh, dulce sufrimiento con Cristo, por la Santa Iglesia y por las almas! ¡Oh bendita curz! …”[19]

Jesús, la Iglesia y los pobres alcanzan su unidad indisoluble en el misterio de la cruz. Solo allí se ama verdaderamente a Jesucristo:

“A Jesús no se puede amar ni servir más que en la cruz y crucificados… ¿Que haremos nosotros? Abrazarla, Abrazarla, abrazar la santa Cruz. No alcanza con venerarla, incensarla sobre el altar: es necesario amarla, abrazarla, recibirla: a Jesús se lo ama y se lo sirve en la Cruz y crucificados”[20]

En verdad toda su caridad brota del misterio pascual. Don Orione esta de pie en el Calvario. Tiene plena conciencia que su Congregación ha nacido a los pies de una Cruz, y en su habitación un gran Crucifijo se levanta como su único amor.

En una carta sobre la educación cristiana de la juventud, escrita desde Victoria, Buenos Aires el 21 de enero de 1922 dice:

“Sin fuerza de ánimo, sin sacrificio, sin sufrimiento, sin cruz, no hay virtud. La cruz es el signo de lo positivo, ya sea en álgebra, en política, en religión. A Dios y al prójimo se lo ama en la cruz, se los ama y se los sirve en la cruz. ¡Qué gran verdad!” [21]

6. Que nuestra vida sea un cántico de caridad

La caridad no es un elemento más en la vida y la persona del cristiano. Es su constitutivo fundamental. San Luis Orione nos ayuda a tomar conciencia de la primacía de la caridad en el dinamismo de la vida cristiana, en el proceso de la persona del cristiano y en su perfección.

Juan Pablo II durante la celebración de la beatificación el 26 de octubre de 1980 ha sintetizado su mensaje afirmando:

“Don Luis Orione se presenta como una maravillosa y genial expresión de la caridad cristiana… El secreto y la genialidad de Don Orione brotan de su vida, tan intensa y dinámica. ¡Se dejó conducir sólo y siempre por la lógica precisa del amor! Amor inmenso y total a Dios, a Cristo, a María, a la Iglesia, al Papa, y amor igualmente absoluto al hombre, a todo el hombre, alma y cuerpo, y a todos los hombres, pequeños y grandes, ricos y pobres, humildes y sabios, santos y pecadores, con particular bondad y ternura para con los que sufrían, los marginados, los desesperados”[22]

Y durante la celebración de la canonización el 16 de mayo del 2004 ha afirmado:

“El corazón de este estratega de la caridad no tuvo "fronteras porque fue dilatado por el amor de Cristo" (Escritos 102,32). La pasión por Cristo fue el alma de su vida intrépida, el empuje interior a un altruismo sin reservas, el manantial siempre fresco de una esperanza indestructible. Este humilde hijo de un empedrador proclama que "sólo la caridad salvará al mundo" (Escritos, 62,13) y repite a todos que "la felicidad perfecta sólo está en la perfecta entrega a Dios y a los hombres, a todos los hombres" (ibídem) “[23].

La caridad vivida y enseñada por San Luis Orione se presenta:

- como una respuesta a planteos reduccionistas. Mirar a la caridad como un compromiso que se reduce a una acción operativa o reducir la caridad ha una vivencia intimista de la persona. En ambos casos el planteo es incompleto. La propuesta de nuestro santo es una caridad operativa y afectiva.

- el carácter universal de la caridad adquiere su garantía en comportamiento fraterno con todos los hombres de cualquier clase y condición.

- como una experiencia de entrega personal, que no solo da de las cosas que tiene, sino que se da con toda la vida como ofrenda.

- acompañada por el gozo profundo de la entrega generosa

- fundamentalmente es de carácter teologal, comunicación de la vida de Dios para la salvación de los hombres: solo la caridad salvará al mundo…

Material de lectura:

4. La Parroquia en algunos episodios de la vida de San Luis Orione

La infancia de San Luis Orione

Estas y otras cosas, dan que pensar a la atenta mamá Carolina.

Luis no falta jamás al catecismo; y con gusto hace de monaguillo en celebraciones litúrgicas; en casa juega a "las procesiones" y a "decir misa", con viejas prendas del arcón de la abuela por ornamentos; se la goza en grande cuando va a la Parroquia a cantar el miserere con el sacristán, o cuando puede colgarse de las campanas y arrancarles distintos y múltiples tañidos.

Pero hay una cosa que impresiona y llena de consuelo a mamá Carolina: a menudo, Luis se va por los campos, hasta una capillita muy pequeña que encierra una imagen de la Virgen María, y le lleva flores; y en invierno, cuando los campos están cubiertos de nieve y no hay flores por ninguna parte, Luis recorta flores de papel --por las noches, aún cayéndose de sueño-- para luego llevárselas a la Virgen.3

Un día Luis vuelve de la iglesia impresionado.

- ¿Qué sucede? --pregunta la madre--.

- El P. misionero, el que ha venido de afuera, comienza todas sus prédicas de esta manera, mamá:

"Si sólo un alma se ha,

y se pierde ¿qué será?

¡Dios me ve, El me juzgará!"

Otro día, llega empapado hasta los huesos.

- ¿ Qué has hecho de tu paraguas ? --pregunta la madre--.

- No te enojes, mamá: Yo tengo casa y piernas para correr a ella... encontré un pobre que no tenía donde protegerse de la lluvia y le di el paraguas.

En aquellos años de la infancia de Luis Orione, hay otro aspecto importante. Se trata de la figura del P. Miguel Cattáneo --el de la rosa que no se marchitaba--. Era a la sazón capellán del hospital del pueblo; lleno de caridad para con los sufrientes y muy afectuoso con Luis, comenzó a llevarlo consigo cuando iba a visitar a los enfermos. El tierno espíritu del niño vibra con la bondad del sacerdote, con las palabras de consuelo que sabía dirigir a los sufrientes; se conmueve ante el dolor ajeno y ante la compasión del sacerdote; y se le llena el alma de gozo, cuando él mismo puede llevarles a los enfermos alguna cosa que alivie sus males.

Además el P. Cattáneo tiene una rara habilidad manual; modela imágenes sacras que luego dona a las iglesias pobres, y colorea estampas impresas. Luis observa con profunda atención todo lo que ve hacer al sacerdote, y se le enciende el corazón en deseos de imitarle.

Pero --como todos los niños--, él también hace de las suyas. Pelea con sus compañeros, se pelea por tocar las campanas; si es el caso se defiende con uñas y dientes, y a veces da muestras hasta de cierta rebeldía.

Un botón de muestra. En casa veía que sus padres trabajaban sin cesar, y no conocían el ocio.

Y hay gente que mata el tiempo en el bodegón del pueblo, o en la puerta de la farmacia, en la calle principal de Pontecurone, a vista y paciencia de todo el mundo. ¿ Y qué se le ocurre al pilluelo ?

Toma una gruesa rama de árbol, y llevándola a la rastra pasa a toda carrera por la polvorienta calle principal del pueblo. Es tal la polvareda, las espesas nubes de polvo que se levantan, que aquellos holgazanes, irritadísimos, sofocados y tosiendo, no tuvieron más remedio que batirse en retirada.

Cuando llega a casa, le esperan unas buenas palmadas maternales; porque hay cosas que no se hacen, aunque no estén totalmente equivocadas...

Años después, recordando estas peripecias, el mismo Don Orione dirá que le decían el "pillo de los pillos" (jefe de bandidos, piel de Judas); y que los de su madre en esa y otras circunstancias, eran "santos azotes", porque le habían enseñado a ser un juicioso hombrecito:

- "¡ Y cómo me domó ! --exclamaba--. Ahora, con la experiencia que dan las canas, bendigo la severidad de mi santa madre..."

En Roma, con el favor de San Pío X

Para entonces Don Orione era conocido también en Roma. Sea por los numerosos niños huérfanos de la Colonia Santa María de Monte Mario, sea porque en 1904 sus hijos se hacen cargo de la iglesia de Santa Ana, en la propia ciudad del Vaticano.

Ya en 1902 había dado a leer el programa de su Obra al Papa León XIII, quien lo había alentado y bendecido. En 1906 se presenta ante Pío X para presentarle el reglamento definitivo. Y solicita, además, su beneplácito para enviar a sus hijos a Brasil, como misioneros.

- No --sonríe San Pío X--: te voy a mandar, más bien, a la Patagonia.

- Santidad --dice Don Orione-- en la Patagonia están ya los de Don Bosco.

- No, no... --prosigue el Papa-- es otra la "patagonia" adonde quiero enviarte: aquí nomás, en Roma, apenas fuera de la puerta de San Juan de Letrán. Allí falta todo: la iglesia, la catequesis a los niños, casar a la gente por iglesia, porque no ven jamás a un sacerdote.

El 25 de marzo de 1908, fiesta de la anunciación del Angel a María Santísima, todo está listo ya. A falta de templo Don Orione --luego de una limpieza a fondo--, ha puesto una imagen de María y un precario altar en un establo de caballos en desuso. Faltaba sólo convocar a la gente.

Sí, pero ¿Cómo hacer? Llena los amplios bolsillos de su sotana con caramelos y comienza a recorrer las calles del barrio agitando una campanilla y arrojando caramelos. Los primeros en correr tras él --tras los caramelos--22 son, naturalmente los niños. Y por curiosidad, también se acercan los adultos. Este fue el insólito auditorio de la primera "misión" predicada por Don Orione en lo que luego sería la floreciente parroquia de Todos los Santos, en el barrio de la vía Apia.

“Terminada la visita a las Siete Iglesias, di una vuelta por el barrio de la Via Appia. Era domingo. Aquí y allá se desplegaban las hosterías, con las características enramadas del pórtico, y familias enteras comían alegremente a la sombra del ramaje. entonces recordé que yo también tenía hambre. Compré un poco de pan con alguna cosa y me retiré junto a un árbol a comer.

3 “Algunos días después se alquiló un establo, una caballeriza, y regresé para abrir la capilla. ¡No tenía dinero! Al Papa no le pedí, porque el bien y la exaltación de las obras de Dios se hacen con la pobreza y la oración. No pedí dinero; sin embargo, el Papa, el Santo Papa Pío X, mostrándome el escritorio, y sonriendo, me dijo: Eres la Divina Providencia, y luego, golpeando con los nudillos el cajón del escritorio, agregó: también aquí dentro está la Divina Providencia... Y me dio veinte mil liras. (Pío X dio más dinero después de su muerte. Su sucesor encontró, en el cajón, una suma con la inscripción: Para la iglesia de Don Orione, actual iglesia de Todos los Santos).

Con aquellas 20 mil liras, por consiguiente, se estableció, en pocos días, la primera capilla del barrio de la Via Appia... Pero como la capilla no tenía exteriormente nada que manifestara ser una capilla, habiendo sido primero un establo, ¿cómo hacer para atraer a la gente? Llené mis bolsillos de monedas y caramelos, tomé una gruesa campanilla y recorrí las calles del barrio; con una mano hacía sonar la campanilla y con la otra dejaba caer detrás de mí los caramelos y, de tanto en tanto, entre los caramelos, alguna monedita. Los muchachos, sobre todo ellos, me seguían; otros venían a mi encuentro y yo continuaba impertérrito haciendo sonar la campanilla desesperadamente y arrojando por delante y por detrás caramelos y algunas monedas que al caer también hacían ruido, llamando la atención de chicos y grandes. Cuanto más cerca estaba de la iglesita, más gente venía detrás haciendo cola. Oía a alguno que decía: Ese cura debe estar un poco loco... Al llegar al punto apropiado enfilé hacia la capilla, abierta de par en par, y me ubiqué en el altar. Pero como la muchachada se ocupaba en desenvolver los caramelos, en chuparlos y hasta en contarlos, y muchos cuchicheaban, entonces, en silencio, me puse a mover la boca sin proferir palabra, haciendo grandes gestos oratorios con las manos, alzando los ojos al cielo, alargando los brazos, como cuando predicaba a los locos de la Lungara, gesticulando sin pronunciar palabra.

“Toda esa gente, incluso los niños, al verme gesticular y creyendo que predicaba de verdad, tras un momento quedé en silencio, también porque, en el fondo, querían saber a la postre la razón de todo ese viaje por el barrio, tocando la campanilla... Así fue como pude hacerme oír... Y de pronto, en aquellas primeras semanas uní setenta parejas en tres días, y administré muchos bautismos, hasta de adultos...” <106>.

Para ubicar en su justa luz el pintoresco relato de Don orione, es necesario reconstruir con datos seguros las condiciones y características de ese barrio por entonces; en realidad, como escribe la crónica de la Congregación <107>, es muy difícil hacerse una idea adecuada para quien no lo haya visto con sus propios ojos en aquella época:

“Más allá de la Puerta de San Juan de Letrán, a los pies de los muros, se estancaban las aguas de un gran pantano cubierto de malas hierbas y cañas. Entre esas cañas había anidado y ocultado una sección de la tristemente célebre “Giordano Bruno”, la sociedad más antirreligiosa y antipapal jamás aparecida en Italia y cuyos miembros - ironía del medio ambiente - se jactaban de ser, en ese pantano, los exponentes del pensamiento, de la luz y... del progreso.

La Via Appia, entonces muy estrecha, estaba siempre atestada de tránsito. El comercio con las quintas de los alrededores de Roma, el ir y venir de los carreteros, la obstruía de continuo; además, su movimiento se hacía vertiginoso en los días de carreras en las Capannelle. Eran pocos los palacios que se alzaban a los costados. Sólo había apariencias de ciudad en las vecindades de la puerta. Entre las casas surgía como un gigante ya por entonces el inmenso palacio bonitatibus, hormiguero de inquilinos. Cada habitación puede decirse que hospedaba a una familia; en su conjunto, gente pobre, miserable, quizá en deuda con la policía, a menudo de malos hábitos religiosos. ¡Cuántas uniones ilegítimas”! ¡Cuántos hijos por bautizar! ¡Cuántos niños y niñas que no salían casi nunca de casa por no tener con qué vestirse decentemente! Aquí y allá, como por encanto, y con un crescendo cada vez más acentuado, aparecían las primeras villas, rodeadas de jardines y huertos, rompiendo la gris melancolía del campo romano. Diseminada por todas partes - en cabañas y tugurios, cuevas de puzolana y cavernas, cualquier agujero que ofreciese un reparo contra la intemperie - una cantidad imprecisable de gente. Predominaban los carreteros. Por todas partes, los bodegones, a los que llegaban los elementos más equívocos de la ciudad, y casas de mala vida” <108>.

4 En ese ambiente - en la fiesta de la Anunciación de 1908 - dio comienzo la misión regeneradora de los Orioninos.

El 29 de marzo, Don Sterpi anotaba: “Hoy confesé por primera vez en la iglesita a cinco personas. Santas Comuniones: ocho. El día de la Virgen (25 de marzo) santas Comuniones: tres”.

Comienzos verdaderamente duros...

La capilla estaba situada en la planta baja de la casa

Vallecchi, en el actual número 270, como dijimos, en una miserable caballeriza con bohardilla que, desocupada, limpia y blanqueada, tenía todo el aspecto de un amplio depósito. ninguna señal exterior que indicase, en aquella escuálida pobreza, la casa del Dios viviente: ni campanario, ni una cruz en la puerta, ni una imagen sacra sobre el frente. A la hora de las funciones el sacristán se ubicaba en mitad de la calle e, imitando el exordio de Don Orione, hacía sonar una gruesa campana. A quien le preguntaba: “¿Qué pasa?” le respondía: “Id a ver...”, con el aire más desenvuelto del mundo.

“En cambio, adentro - continúa la “Crónica” - esa iglesita era muy devota: la “cabaña de Belén”, se la llamaba. Sobre el altar, sobresaliente sobre un fondo de damasco, había un gran crucifijo. Al entrar, la Virgen Dolorosa ofrecía a la adoración su hijo exánime y los buenos fieles de entonces no tardaron en cubrir sus heridas con besos.

“Los niños se amontonaban, como podían, para consolar a Jesús: sentían tanta compasión por él que querían besarlo en la cara. El mismo grupo de mármol que se encuentra ahora en la iglesia de Todos los Santos, a la derecha del que entra, y que, como el Niñito de Navidad, fue regalado por Pío X, también surgía a la vista.

“Frente a la Dolorosa, adosada a la pared opuesta, sobre un simulacro de altar, estaba la Virgencita Inmaculada que se puede ver ahora en la sacristía. Don Orione confió la naciente parroquia a sus cuidados maternales.

“Los primeros sacerdotes que trabajaban en la capilla fueron tres columnas de la Congregación: Luis Orione, Carlos Sterpi y Gaspar Goggi. Este por pocas semanas, debido a que una de esas enfermedades que no perdonan, lo asediaba; murió poco después, en olor de santidad” <109>.

La Obra orionina de Roma, destinada con el tiempo a constituir un complejo grandioso, y a acoger la curia general, signó desde entonces la “evangelización” de aquel barrio enorme, afirmándose día tras día desde el primer trimestre de 1908 en adelante.

<105> En el periódico “La Madonna”, de Roma y con fecha 31.3.1905, Don Orione publicó un artículo titulado “En nuestro puesto”. Valdría la pena leerlo, porque revela su equilibrio profundo y sólido: él, precisamente él, que daba todo, con una generosidad ardiente, a la causa de los pobres, advertía que era censurable cualquier acción realizada en tal sentido en contra de la obediencia debida al Vicario de Cristo.

<106> “La Obra de la Divina Providencia”, 20.12.1906. <107> “Don Carlo Sterpi”, Roma 1961, pág. 296; “Don Gaspar Goggi”, Roma 1960, págs. 277 y s; Barra, “En puntas de pie”, págs. 47 y ss.

<108> Fasc. Mons. Silvani, 9, VII; fasc. D. Adaglio, 8, IV. <109>

1922: la Virgen le "ofrece" su primera casa argentina

Pero la frustrada cita de honor de Don Orione con la Virgen en Luján, se dará inesperada y providencialmente en la localidad suburbana de Victoria, a unos 25 quilómetros de la Capital Argentina.

Sucedió así: Mons. Alberti, ya en la primer audiencia le había ofrecido la Iglesia de Victoria, en jurisdicción de la parroquia de San Fernando.

El día en que --con el P. Maximino Pérez, párroco de S. Fernando, Mons. Silvani y el Sr. Cullen-- fue a visitar la iglesia en cuestión, Don Orione no se sentía bien: estaba con un fuerte dolor de muelas y preocupado por serias dudas sobre qué obra aceptar de las varias que se le habían ofrecido. De pronto alzó los brazos y comenzó a proferir exclamaciones de alegría:

- "¡Es la Virgen de la Guardia! --decía radiante, mirando una estatua de esa advocación que había descubierto en el templo--34

¡Vine a la Argentina con la intención de construír una iglesia

a la Virgen; pero Ella me ganó de mano, y me la da ya hecha!"

Así se disiparon todas sus dudas y aceptó sin más la iglesia de Victoria. Esa fue la primera casa de Don Orione en la Argentina.35

Visitó también el Puerto Mar del Plata --en construcción desde hacía unos diez años--, un pobre conglomerado de unos dos mil habitantes; la mayoría de ellos pescadores o trabajadores de las obras portuarias. Para 1924, surgirá allí otra casa de Don Orione, con colegio y parroquia.

Casi como un balance de este primer viaje escribirá:

"Se me llenaban los ojos de lágrimas al ver a ese pueblo sin sacerdotes que bautizasen a sus niños, confortasen a los enfermos, bendijesen a los muertos."

25 de junio: Con el P. Enrique Contardi en el corazón del Chaco.

Antes de llegar a Itatí, Don Orione había hecho escala en Resistencia; y de allí, en auto, había viajado a Presidencia Roque Saénz Peña, más de 200 quilómetros hacia el interior del Chaco, para encontrarse con el P. Enrique Contardi, que llevaba unos cinco meses en el lugar. Pero escuchemos cómo cuenta Don Orione su visita a Saénz Peña y al P. Contardi, en la citada carta desde Itatí:

"Llegué aquí desde el Chaco. Ayer hacia las once dejé Saénz Peña

y a nuestro querido P. Contardi; y al saludarlo, quizás por última vez, sentí en lo íntimo del corazón lo que la lengua no puede expresar. El P. Enrique Contardi es párroco de Sáenz Peña, a 230 quilómetros en el interior: Sáenz Peña es la segunda ciudad del Chaco. Está él solo con dos catequistas, para una población de más de 30.000 habitantes: además de grandes núcleos de población desperdigados en distancias enormes, colonias de indios, --una a más de cien km llamada Pampa del Diablo--. El Obispo, Mons. Nicolás de Carlo, no terminaba de alabar al P. Contardi por su trabajo apostólico, por el renacimiento cristiano de Sáenz Peña. Desde febrero hasta hoy, junio, ha refaccionado y ampliado la capilla, hizo el altar y los bancos nuevos, y tres habitaciones. Vive en la mayor pobreza: llegó en febrero, y sólo el 13 de junio, fiesta de San Antonio, pudo estrenar las sábanas. Son muy pobres, pero felices: cuando hay buen espíritu y Dios está con nosotros, hay más felicidad que con todas las riquezas del mundo".

El 26 de junio a las once de la mañana, Don Orione toma el tren en Sáenz Peña, de regreso a Resistencia, donde llega a las cinco de la tarde; allí lo espera el Obispo que lo colma de atenciones y se empeña en mostrarle la ciudad. Escuchemos lo que escribe a los suyos de Italia:

"Me llevaron a la casa del obispo, no puedo llamarlo 'palacio episcopal'. Quiso acompañarme en una rapidísima visita para mostrarme la ciudad que en cincuenta años, desde que surgió la primera choza, cuenta ya con 50.000 habitantes sólo en el centro. Y tiene una sola iglesia, y sólo tres sacerdotes incluído el obispo: tres apóstoles; el obispo es de un dinamismo propio de San Pablo."

Poco después llega un enviado de Mons. Francisco Vicentín, con el que cruza el Río Paraná hacia la otra orilla, donde surge la ciudad de Corrientes. Así lo cuenta Don Orione:

"Llegué a Corrientes anoche: Mons. Vicentín me había mandado a buscar a Resistencia, me recibió con muchísima cordialidad y quiso dar una cena en mi honor, con invitados y todo."

D. Orione y el P. Juan Lorenzetti, que le hizo de secretario en esos ajetreados días de viaje, pasaron la noche en casa del Obispo; a las cinco de la mañana del 27 Mons. Vicentín estaba ya levantado para despedirse de ambos que siguieron hacia Itatí, en ese viaje a los saltos (estilo "montaña rusa", como dice D. Orione) recordado más arriba.

Llegué hoy al Chaco. Ayer, a eso de las 11, dejaba Sáenz Peña y a nuestro querido Don Contardi, y al saludarlo, tal vez por última vez, sentí en el corazón lo que la lengua no puede expresar. ¡Pero es todo por el Señor! Llegué a Resistencia hacia las 17. En la estación estaba esperándome el Obispo, Monseñor Nicola Di Carlo, hijo de italianos, y con él estaba el Sac. Don Corti, nativo de Voghera, traído aquí a los 2 años: es el Párroco de Resistencia, la capital del Chaco. Fui llevado a la casa del Obispo, no oso decir Episcopado. Su Excelencia me cubrió de gentilezas, como ya lo había hecho cuando, de paso, estuve allí, rumbo a Sáenz Peña. Es un Obispo Misionero, activísimo y todo ardor, verdadero carácter de meridional de Italia. Quiso luego llevarme a un rapidísimo paseo para que viese que grande era la ciudad, que, en menos de 50 años, desde el día en que surgió la primera barraca, cuenta ahora con más de 50.000 habitantes sólo en el centro. Y no posee más una iglesia, ni grande ni bella, y sólo tres Sacerdotes, incluido el Obispo: tres apóstoles, el Obispo tiene el dinamismo de San Pablo.

El insistía e insistía para que lo mandara por lo menos otro Sacerdotes, para ayudar el querido Don Contardi, el cual lo necesitaba mucho verdaderamente, está solo con dos catequistas, tiene una población de más de 30.000 habitantes y luego grandes núcleos de gente muy lejana y abandonada, colonias de indios, una a más de 100 Km. llamada la Pampa del Diablo, Mons. Obispo no terminaba más de alabar el trabajo apostólico de nuestro Don Contardi y el renacimiento cristiano de Sáenz Peña. Desde febrero hasta hoy, Don Contardi ha vuelto a hacer y ha agrandado la capilla, hizo un altar, bancos nuevos y tres habitaciones. Vive en una gran pobreza, desde febrero que fue allí, inauguró las sábanas el 13 de junio fiesta de San Antonio. Son muy pobres, mas a pesar de ello están tan contentos y en perfecta leticia; cuando hay buen espíritu y Dios está con nosotros, se es más feliz que si se tuviesen todas las riquezas de este mundo.

Material de lectura:

5. La Parroquia en el magisterio de los Hijos de la Divina Providencia

En las Constituciones:

Art. 105 La acción educativa ha de inspirarse en el método "cristiano-paternal", promoviendo la formación de la persona humana por el desarrollo armónico de las capacidades del joven, de modo que, gradualmente, llegue a un maduro sentido de la responsabilidad.

Que la comunidad esté articulada en núcleos pequeños, con espíritu de familia, para darle clima de hogar, e inserción en la parroquia y en la sociedad a través de contactos con otros jóvenes y otros ambientes.

Fórmese a los alumnos para un uso responsable de los medios de comunicación social, para que administren correctamente su tiempo libre y los medios de esparcimiento.

Art. 127 En las casas con más de una actividad, los religiosos dedicados al apostolado parroquial, se mantienen unidos a la propia comunidad religiosa, viviendo el espíritu de la Congregación, como nota característica de su mismo ministerio.

Toda la comunidad, por su parte, sensible a la vida de la Iglesia local, colaborará en las actividades de la parroquia.

Art. 199 Las obras con fisonomía propia, anexas a una casa religiosa, pueden tener contabilidad distinta, pero no separada, y los encargados de las mismas están obligados a la caja única.

También los párrocos, en la administración y rendición de los bienes personales (retribuciones, entradas eventuales, santas Misas, etc.) se administran del mismo modo.

De los bienes de la parroquia como tal, dan cuenta al Ordinario del lugar, bajo la vigilancia del Superior.

Art.76 - Oración personal y comunitaria

…….-Consagramos a Dios de manera muy especial el domingo, día del Señor, también ofreciendo nuestra colaboración generosa con el apostolado parroquial.

IV - APOSTOLADO PARROQUIAL

Art. 126 El apostolado parroquial expresa además del ansia misionera y la adhesión a los pastores de la Iglesia, nuestro anhelo de insertarnos siempre más en el pueblo de Dios, del que nos sentimos parte, para servirlo, no sólo en la dimensión caritativa sino también en la pastoral, en la cual realizamos nuestro carisma de llevar el pueblo a Cristo, a la Iglesia y al Papa.

Art. 127 En las casas con más de una actividad, los religiosos dedicados al apostolado parroquial, se mantienen unidos a la propia comunidad religiosa, viviendo el espíritu de la Congregación, como nota característica de su mismo ministerio.

Toda la comunidad, por su parte, sensible a la vida de la Iglesia local, colaborará en las actividades de la parroquia.

Art. 128 A fin de que nuestras parroquias enriquezcan a la Iglesia local con nuestro carisma, el espíritu propio de la Pequeña Obra nos lleva a formar comunidades de fe, de culto, de caridad activa. En ellas, por tanto, promovemos:

- La aceptación fiel de cualquier directiva del Papa, de las Conferencias episcopales y de los Obispos.

- La vida de gracia que brota de la Palabra de Dios y del misterio Eucarístico.

- La devoción y culto filial a la Santísima Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia.

- La catequesis y, sobre todo, el ejercicio de la caridad, con particular predilección por los pobres, los enfermos, los adolescentes, los jóvenes y los trabajadores.

Art. 129 Los laicos, partícipes del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo en la misión de todo el pueblo de Dios, tienen su propia tarea en la Iglesia y en el mundo; por tanto, los párrocos valoren su vocación y sus cualidades en los diversos campos de apostolado.

Art. 130 Los religiosos párrocos, recuerden el deber particular de promover las vocaciones sacerdotales y religiosas, sensibilizando a toda la comunidad parroquial: pues el espíritu de fe, de caridad y de piedad de las familias, y la vida floreciente de las parroquias constituyen el primer seminario natural.

Art. 131 En las relaciones con el pueblo, el párroco, debe ser signo de unidad: por tanto, junto con los religiosos y colaboradores, manténgase ajeno a las facciones y rivalidades políticas, recordando cuanto escribía Don Orione: "Nuestra política consistirá en llevar hacia Dios y la Iglesia, a la juventud pobre y las almas. (...) Nosotros no hacemos política: nuestra política es la caridad grande y divina, que hace el bien a todos". Con ese espíritu el párroco muéstrese sensible a los problemas sociales del lugar y siga las indicaciones del magisterio.

Art 132 Se aceptan parroquias situadas en zonas pobres, en donde sea posible un testimonio de caridad según las exigencias de tiempos y necesidades, dispuestos a dejarlas cuando cambie el contexto socio-económico.

Art. 133 La aceptación de las parroquias se realiza mediante un convenio normal entre el Obispo y el Superior competente. En él indíquese expresamente todo lo que se refiere a la obra aceptada y a las obligaciones anexas.

En el último Capítulo general:

Misión orionita en la parroquia (4)

La Congregación se abrirá cada vez más a la misión en las parroquias: crecerá, por lo tanto, el número de los religiosos que están insertos en esta pastoral. Cada Provincia, por lo tanto, lleva a cumplimiento con urgencia el proyecto orionita de pastoral parroquial27 cuidando:

a) La formación específica orionita de los párrocos y de los colaboradores, a fin de que sean conscientes que son parte de una comunidad religiosa;

b) La elección preferencial de los ambientes populares y periféricos (cfr. Norma, 132);

c) La aplicación de los siguientes aspectos típicamente orionitas:

- privilegiar actividades para los necesitados del territorio;

- se compromete a sostener la realidad de la pobreza también en tierra de misión;

- cultivar y privilegiar la presencia de los jóvenes cuidando la vocación humana y cristiana abierta también a la consagración;

- promover un ministerio laical más amplio en la esfera eclesial y en las realidades temporales;

- sostener más intensamente la espiritualidad del Movimiento Laical Orionita;

- educar a una adhesión filial en lo que respecta al magisterio del Papa y de los Obispos;

- colocarse en sintonía con el proyecto pastoral de la Iglesia local;

- promover, en conjunto con la nueva evangelización, una pastoral misionera hacia los alejados y los no cristianos presentes en el territorio.

Apostolicidad de las obras. Itinerario para nuevas opciones en la misión (1)

En el camino de la fidelidad creativa, cada Provincia promueva un proceso de discernimiento sobre la finalidad de la gestión de las grandes obras institucionales, especialmente en vista de intervenciones relativas a las nuevas urgencias de pobreza.

Este discernimiento sea visto a la luz de algunos criterios: eclesialidad, encarnación en el territorio, testimonio carismático, valorización del voluntariado, comunión del carisma y la gestión con los laicos.

Una vez completado el discernimiento:

a. Cada comunidad asignará a los laicos los roles profesionales y de tareas de siempre mayor responsabilidad, incluso en funciones directivas (administrativas, sanitarias, educativas, etc.);

b. Los religiosos, aunque manteniendo la representación legal, liberados del compromiso de la gestión directa de la obra, realizarán la específica tarea de animadores pastorales, cuidando la formación de los laicos y se dedicarán así a las nuevas urgencias caritativas de frontera en colaboración con los laicos manteniendo el propio rol pastoral.

Teniendo presente estos cambios de las obras tradicionales en esta apertura a las exigencias de las nuevas formas de pobreza, es necesario renovar la formación de los religiosos, inicial y permanente, prestando mayor atención a las actitudes de escucha, de contacto directo con las personas, de trabajo en equipo y de animación de los laicos. 25

Guía de preguntas para el dialogo comunitario

y para enviar al Secretariado.

Parroquia:

Diócesis:

1. ¿Hacia donde miraba Don Orione?

2. ¿Hacia donde debe mirar nuestra Parroquia?

3. ¿En qué se caracteriza una Parroquia pastoreada por religiosos de Don Orione?

4. ¿En que acción pastoral de nuestra Parroquia se expresa mejor el carisma orionita?

5. Indicar 6 opciones pastorales por orden de importancia que no pueden faltar en una Parroquia orionita.

1.

2.

3.

4.

5.

6.



[1] Cartas. Op. cit., pag. 234.

[2] Scritti 115,142

[3] Summa.Theologica, II-II q.184 a.1.

[4] Lumen Gentium 40

[5] Cartas. Op. cit., pag. 160.

[6] Un profeta de nuestro tiempo. Op. cit., pag.145

[7] P. O. D. P., Don Orione, El Estratega de la caridad, P.O.D.P., Buenos Aires, 2005, pag. 7-8

[8] Un profeta de nuestro tiempo. Op. cit., pag. 137-138

[9] “La situación de extrema pobreza generalizada adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela…” (Puebla 31-39)

[10] I. Terzi, La nostra fisonomía nella Chiesa, Edizioni Don Orione, Tortona 1984, pag.177

[11] Un profeta de nuestro tiempo. Op. cit., pag. 145

[12] Lumen Gentium 88.

[13] Juan Pablo II, Al comienzo del Nuevo Milenio, Vaticana, Vaticano 2001, pag.70

[14] P. Mogni, Servir en los hombres al Hijo del hombre, P.O.D.P., Buenos Aires 1981, pag.8

[15] Fil.2,5-11

[16] Cartas. Op. cit., pag. 5

[17] Gaudium et spes 38.

[18] A. Cesaro, Al Papa se lo ama en la cruz y crucificados con el, P.O.D.P., Buenos Aires 1979, pag. 7

[19] P. O. D. P. , En camino con Don Orione, P.O.D.P., Buenos Aires, 1974, pag. 191

[20] P. H. M. C., Don Orione a las Pequeñas Hermanas Misioneras de la caridad, Buenos Aires, 1979

[21] Cartas. Op. cit., pag.80.

[22] P. O. D. P., Don Orione nelle parole di Giovanni Paolo II, en Messaggi di Don Orione, P.O.D.P., Roma 2005, pag.10

[23] Ibidem., pag. 69.

2 7 CG 11, Moción 3.

2 5 El recorrido arriba indicado facilita la realización de la moción número 1 del 11º Capítulo General “Intervenciones de frontera entre los pobres mas pobres”.

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